Mademoiselle Clairon y el fantasma
Kardec trae la historia de una actriz, escrita por ella misma, ya en sus 60 años. En él, Clairon cuenta que un hombre que se enamoró de ella, después de morir, comenzó a perseguirla durante dos largos años, debido a la ira por su indiferencia.
Dice que, día tras día, y presenciada por muchas otras personas, incluidos policías, comenzó a sufrir varios episodios muy singulares:
- Gritos penetrantes debajo de su ventana, casi todas las noches, a las 11 de la noche.
- En cierto momento, los gritos se convirtieron en “disparos de fusil” que, si bien no alcanzaron materialmente nada, ni siquiera las ventanas, promovieron disturbios de luz y sonido, creyendo que quien los presenciaba era el objetivo de un francotirador.
- Una vez, habrían sido "golpeados" por una bofetada, dada por el fantasma:
“Acostumbrado a mi fantasma, al que consideraba un pobre diablo que se limitaba a hacer travesuras, no me di cuenta de la hora. Como hacía calor, abrí la mala ventana y, con el mayordomo, nos asomamos al balcón. Dan las once, se escucha el disparo y ambos somos arrojados al centro de la habitación, donde caemos como muertos. Volviendo en nosotros y sintiendo que todo había pasado, examinándonos para ver que ambos habíamos recibido -él en la mejilla izquierda y yo en la derecha- la bofetada más terrible que jamás se podía dar, nos reímos como locos.
Un escritor anónimo comentó atribuyendo los informes a la imaginación de la niña, ya que todo habría sucedido en el momento en que "ella tenía de veintidós años y medio a veinticinco años, que es la edad de la inspiración y que esta facultad en ella era continuamente ejercitada y exaltada por la forma de vida que llevaba, en el teatro y fuera de él.”. El autor sigue: “También es necesario recordar que ella decía, al comienzo de sus memorias, que en su infancia sólo se entretenía con aventuras de apariciones y brujos, quienes le decían que eran historias reales”..
El comentario sin firma parece referirse a que Clairon demostró, en todo, que solo exageraba una imaginación fértil. Sin embargo, Kardec responde:
“Solo conocemos el hecho a través del relato de Mademoiselle Clairon. Por lo tanto, solo podemos juzgar por inducción. Ahora bien, nuestro razonamiento es el siguiente: Descrito por la misma Mademoiselle Clairon en sus más mínimos detalles, el hecho tiene más autenticidad que si hubiera sido denunciado por terceros. Cabe añadir que cuando escribió la carta donde se relata el hecho, tenía unos sesenta años y, por tanto, había superado la edad de la credulidad, de la que habla el autor de la nota. Este autor no cuestiona la buena fe de Mademoiselle Clairon en relación con su aventura: sólo admite que fue víctima de una ilusión. Que se hubiera hecho una vez no es nada extraordinario, pero que hubiera sido durante dos años y medio ya nos parece más difícil. Más difícil aún es suponer que tal ilusión fuera compartida por tantas personas, testigos oculares y auditivos de los hechos, incluidos los propios policías”.
Kardec continúa diciendo que el informe parece probable, pero, como buen investigador, no lo acepta como verdad absoluta, ya que no podría analizarlo más de cerca. En cuanto a los hechos, recordamos que no ellos son en desacuerdo con las enseñanzas espíritas y los hechos ya conocidos, como los de diversos efectos físicos. De hecho, les recordamos que existen estudios muy serios sobre tales hechos, como relatados y analizados, con mucha seriedad, por el investigador espírita Ernesto Bozzano. Citamos las obras “Fenómenos del Transporte” y “El Espiritismo y las Manifestaciones Supranormales”, recomendando la lectura, además del Libro de los Médiums, que presenta una importante introducción teórica a tales fenómenos.
Sobre el fantasma, se advierte, dice Kardec, que no se trata necesariamente de un Espíritu maligno, sino de un abajo (nuestra palabra), llena de pasiones e imperfecciones:
La violenta pasión bajo la cual sucumbió como hombre prueba que en él predominaban las ideas terrenales. Las huellas profundas de esta pasión, que sobrevivió a la destrucción del cuerpo, prueban que, como Espíritu, todavía estaba bajo la influencia de la materia. Su venganza, por inofensiva que sea, denota sentimientos bajos. Si, por tanto, nos remitimos a nuestra tabla de clasificación de espíritus, no será difícil determinar su clase: la ausencia de mal real lo separa naturalmente de la última clase, la de los espíritus impuros, pero evidentemente tenía mucho de la otra. clases del mismo orden, pues nada en él podía justificar una posición superior.
Sugerencias de lectura
- “Fenómenos del Transporte”, de Ernesto Bozzano
- “El Espiritismo y las Manifestaciones Sobrenaturales”, ídem
- El libro de los médiums, de Allan Kardec