Evocación de Espíritus en Abisinia
El Imperio Etíope, también conocido como Abisinia, fue un imperio que ocupó los actuales territorios de Etiopía y Eritrea, existiendo aproximadamente desde el año 1270 (inicio de la dinastía salomónica) hasta 1974, cuando la monarquía fue depuesta por un golpe de estado. Por lo tanto, todavía existía en la época de Allan Kardec.
Kardec abre el artículo citando una narración de James Bruce (1730 – 1794), explorador y escritor escocés, en su obra Viaje a las fuentes del Nil, en el que dice estar horrorizado por las prácticas de brujería y evocación de los demonio practicado por el rey de Gingiro, un pequeño reino en la parte sur de Abisinia.
Kardec señala que, si Bruce hubiera conocido el Espiritismo, habría visto que no había nada de absurdo allí (en términos de evocaciones). Además, sería un pueblo que, a buen seguro, guardaba una gran cantidad de tradiciones judías y algunas ideas rudimentarias del cristianismo en las que, por falta de conocimiento, absorbieron la idea de la demonio, sin entender que eran para espíritus inferiores que hacían sus sacrificios.
Dos embajadores que Socinio, al rey de Abisinia, envió al Papa, hacia 1625, y que debían cruzar el Gingiro. Fue entonces necesario que se pidiera audiencia al rey para que la caravana cruzara su territorio. El rey estaba en ceremonia y ordenó al embajador y su asistente que esperaran ocho días para la audiencia con él. Vencido el plazo, se recibió a la delegación.
Lo que piensa Kardec es que a tan corta distancia todavía había degradación e ignorancia en hacer todo a través de consultas con los Espíritus, estando tan cerca de los principales centros intelectuales. Fusiona esta idea con la temperatura local, que al ser calurosa, podría potenciarse en climas fríos. Compara a los etíopes, que cubren casi toda Abisinia, con los gingeranos, que ni adoran al demonio ni pretenden comunicarse con él; ni sacrifican hombres en sus altares; en resumen, no había ni rastro de esta repugnante atrocidad entre ellos.
Nuestro codificador continúa la censura afirmando que el rey de Gingiro sacrificó a demonio, en aquella época del comercio de esclavos, los pobres que tendrían el destino de ser exiliados, dada la proximidad de ese reino al mar, pues, lejos de la costa, su seguridad estaba garantizada.
Como hemos visto, el Sr. Bruce es el narrador de la historia, y si hubiera visto lo que estamos presenciando hoy, no habría encontrado nada sorprendente en la práctica de las evocaciones utilizadas en Gingiro. Sólo vio en ellos una creencia supersticiosa, mientras que su causa la encontramos en el hecho de manifestaciones mal interpretadas, que podrían tener lugar allí como en otros lugares documentados.
Para terminar el artículo, al sacrificar seres humanos, Kardec concluye, con plena confianza a la luz del Espiritismo, que éstos no podrían atraer en medio de ellos Espíritus superiores. Se atribuye a la credulidad el hecho de que los pueblos bárbaros adoraran a un poder maligno los fenómenos que no podían explicar, por ser un pueblo muy atrasado moral y espiritualmente.