¿Qué dice el Espiritismo sobre la pornografía?

¿Qué tiene que decir el Espiritismo sobre la pornografía? Este es un tema complicado, porque no es un tema que haya sido abordado directamente por la Doctrina. Para hablar de esto necesitamos extrapolar el conocimiento y la comprensión que nos brinda la Doctrina.

El Espiritismo pone, sobre todo, la libertad de conciencia y la autonomía. Nótese esto, como resultado del estudio de la Doctrina Espírita en su contenido moral y filosófico.

Aparte de este principio, comprobaremos en el Espiritismo, desarrollando el pensamiento del Espiritualismo Racional, que el hombre puede adquirir malos hábitos por repetir un acto relacionado con el placer. Esto puede convertirse en una imperfección, que se convierte en una adicción, cuyo trabajo de superación le costará mucho al Espíritu, a través del esfuerzo de reencarnación CONSCIENTE y AUTÓNOMA.

Paul Janet habla de esto en Little Elements of Morals, cuya lectura recomiendo encarecidamente (Haga clic aquí Para descargar):

20 hábitos. – Es cierto que los hábitos se vuelven, con el tiempo, casi irresistibles. Es un hecho frecuentemente observado; pero, por un lado, si un hábito empedernido es irresistible, no lo es tanto de un hábito que comienza; y así el hombre queda libre para impedir la invasión de los malos hábitos. Por eso los moralistas nos aconsejan ante todo que vigilemos el origen de nuestros hábitos. “Tenga especial cuidado con los comienzos”.

O grande problema de entrar nos hábitos materialistas – que são aqueles que sobrepujam as necessidades fisiológicas – é que, desenvolvendo apegos, não só nos será mais difícil e dolorosa a desligação da matéria, no momento da morte, como também atrairemos as “nuvens de testemunhas”, Espíritos também apegados a tais vícios. Normalmente, isso nos levará a viver num contexto espiritual e social conturbado e difícil.

Pero mira: no hay pecado. Hay un error. Nadie será castigado por cometer errores, ni por elegir, conscientemente, aferrarse a una adicción o a cualquier mal hábito; sin embargo, los resultados de nuestras elecciones pueden ser perjudiciales para nosotros, lo que podemos llamar castigo, lo cual, en absoluto, no es una imposición deliberada de Dios.

Cabe señalar que nadie debe ser martirizado por una imperfección o cualquier mal hábito hasta el punto de enfermarse. Hace falta poco trabajo de hormiga, quizás lento pero constante, para no hacer como los que prometen no comer dulces en el nuevo año, pero, siendo un compromiso muy pesado, hablan después de los primeros días, diciendo, entonces: “Yo No soy fuerte es imposible. Por lo tanto, comeré lo que quiera, cuando quiera”. Esta figura, por cierto, representa la imagen exacta de la no utilización de la razón para contener el instinto. Kardec, en Una Génesis, agrega:

El hombre que actuaba solo por instinto podría ser muy bueno, pero mantendría latente su inteligencia. Sería como un niño que no dejó los andadores y no supo cómo usar sus extremidades. El que no domina sus pasiones puede ser muy inteligente, pero a la vez muy malo. El instinto se aniquila a sí mismo; las pasiones sólo pueden ser domadas por el esfuerzo de la voluntad.

Todos los hombres pasan por pasiones. Los que las han superado, y no son, por naturaleza, orgullosos, ambiciosos, egoístas, rencorosos, vengativos, crueles, coléricos, sensuales, y hacen el bien sin esfuerzo, sin premeditación y, por así decirlo, involuntariamente, es porque han progresado en la secuencia de sus existencias anteriores, habiéndose desembarazado de este incómodo peso. Es injusto decir que tienen menos mérito cuando hacen el bien, en comparación con los que luchan contra sus tendencias. Resulta que ellos ya lograron la victoria, mientras que los demás aún no. Pero cuando lo hagan, serán como los demás. Harán el bien sin pensarlo, como los niños que leen con fluidez sin tener que deletrear. Es como si fueran dos enfermos: uno curado y lleno de fuerzas mientras el otro aún se recupera y duda en caminar; o como dos corredores, uno de los cuales está más cerca de la meta que el otro.

Kardec, Una Génesis, 4ª edición — Editorial FEAL